Será la escasez de espacio, la orografía o las costumbres, pero lo cierto es que recorrer Europa se percibe distinto que andar por Argentina. Hace años había tomado una excursión en bus por España e Italia y mi circunstancial compañero de asiento, casualmente también argentino, me decía, `notaste? no hay lugar para donde puedas mirar donde no haya algo hecho por el hombre´.Una cosa que aquí no hay es el paulatino cambio en la densidad de población que se ve en la Argentina. Aquí, la ciudad llega hasta donde llega y ahí, abruptamente, se acaba. Puede que haya una línea de edificios nuevos de 3 ó 4 plantas sobre una calle perfectamente asfaltada e iluminada cuya otra acera da sobre un campo cultivado. Así nomás, bien abrupto, nada de casas-quinta, caminos de ripio o villas (cosas que, ocasionalmente, se encuentran) sino un clara división, hasta aquí el pueblo, de aquí en más el campo.

La mayoría de las ciudades comparte uno de entre pocos patrones. La parte antigua se encuentra en algún lugar dominante del paisaje. Suele ser una altura fácilmente defendible y que provea buena visibilidad, un espolón de roca que avanza sobre el mar o un recodo de algún río que cubra dos o más lados de la ciudad.

Toledo o Valencia son de este último tipo. Toledo está rodeada por tres de sus lados por el Tajo (ver mapa) siendo el cuarto lado un alto acantilado cuya sombra se aprecia en la foto satelital. En el caso de Valencia (ver Mapa) dos de sus lados están defendidos por el río Turia, mientras que el resto estaba defendido por una muralla cuyo contorno curvo aún se aprecia en la foto.

Estas barreras naturales que en su momento salvaguardaron la ciudad, con el tiempo la ahogan. Valencia lo solucionó elegantemente. El viejo cauce del Turia a sido convertido en un parque, de allí el color verde en la foto, gracias a que el río fue canalizado por fuera de la ciudad, evitando además las periódicas inundaciones que sufrían por su causa. Las murallas que en algún momento defendieron la ciudad fueron demolidas, el foso cubierto y ahora son avenidas que alivian el tránsito de la zona, mientras que las antiguas puertas de la ciudad quedan como monumento y recuerdo de aquella época. En la foto de Valencia se pueden encontrar la ubicación de dos puertas, una al lado izquierdo que aún se conserva y la otra, se encontraba en donde ahora hay una rotonda, en el extremo derecho. También se puede ver una puerta a la vera del Turia, frente al puente que permitía cruzarlo. (el viejo cauce del río, se mantiene a un nivel por debajo del terreno circundante, con lo cual aún es necesario cruzarlo con puentes).

La conversión de las antiguas murallas y fosos en avenidas se puede ver también en Barcelona (ver mapa) donde la ciudad vieja se distingue claramente de la nueva, con amplias calles de trazado recto y manzanas cuadradas, separada una de otra por avenidas en lo que eran las murallas. Barcelona, además, tuvo una segunda muralla y de allí que tenga las famosas Ramblas, que en la foto se ve claramente como una línea diagonal de noroeste a sureste y que ya se había convertido en paseo dentro mismo de la ciudad amurallada siendo la sección a la derecha de las Ramblas la parte más antigua y la izquierda el Rabal, pues era el arrabal de la ciudad.

Otro testimonio de la ciudad amurallada lo son algunas de las plazas. Como vimos en Valencia, de las tres puertas de las que quedan huellas, una subsiste en una plazoleta, de otra ha quedado una rotonda aunque no la puerta. En Madrid, sin ir más lejos, las puertas de Alcalá y Toledo son puntos turísticos y están donde las puertas de los caminos que conducían a dichas ciudades.

En Barcelona no ha quedado ninguna de las puertas aunque sí lo que le rodeaba. Tras las puertas solía haber una plaza abierta que es donde se establecía el mercado para vender lo que las carretas acababan de traer a través de las mismas. La Plaza Catalunya, que se ve en el extremo superior de las Ramblas es lo que ahora queda de ese espacio. Alguien se preguntará por qué no establecían el mercado fuera del pueblo. El caso es que las puertas eran el punto donde recaudar las tasas sobre los productos que ingresaban a la ciudad.

Si bien Barcelona dispone del Montjuic, el cerro donde está el fuerte, que en la foto satelital se ve como una zona verde en el ángulo inferior izquierdo, el fuerte es, en realidad, relativamente nuevo. Los Romanos quienes fundaron la entonces Barcino basaban la defensa de sus poblaciones en la cantidad y disciplina de sus tropas. Buscaban para sus `castros´ (poblados fortificados) un lugar llano y despejado donde pudieran maniobrar sus tropas con facilidad, situación muy distinta de las demás poblaciones que debían aprovechar las características del terreno para parapetarse lo mejor posible. Así es como la parte más antigua de la ciudad se encuentra en el valle, relativamente alejada de la playa y bastante alejada del Montjuic. La distancia actualmente no se aprecia como mucha, pero en aquella época, había campo descubierto entre la playa y el castro Romano.

Sitges responde más al estilo de las poblaciones costeras (ver mapa). La parte antigua está en una saliente de piedra, elevada sobre el terreno circundante aún llamada `el Baluarte´ y del que todavía queda algún segmento de muralla

De las alturas de lo que aún se le llama El Baluarte, todavía apunta al mar un solitario cañón que, según dice la placa adjunta, disparó en algún momento contra una banda de corsarios ingleses, a quienes ahuyentó. El pueblo no era una presa tan importante para merecer un escuadrón de gran envergadura, por lo que dudo que el evento se encuentre en ningún libro de historia.
De las alturas de lo que aún se le llama El Baluarte, todavía apunta al mar un solitario cañón que, según dice la placa adjunta, disparó en algún momento contra una banda de corsarios ingleses, a quienes ahuyentó. El pueblo no era una presa tan importante para merecer un escuadrón de gran envergadura, por lo que dudo que el evento se encuentre en ningún libro de historia.
. La altura del baluarte favorecía la defensa al hacer de muralla natural, permitía el avistaje de embarcaciones que pudieran ser hostiles, para alertar a los barqueros que pudieran estar en el agua y preparar la defensa y aumentaba el alcance de los cañones propios poniendo en desventaja a los del enemigo.

Actualmente, la escollera que se proyecta desde el Baluarte lo empequeñece un poco, como así también la playa que se ha formado al pie, pero antes la playa no existía y las barcas de los pobladores llegaban al pie mismo del Baluarte. De hecho, esa playa se llama de La Fragata, pues allí fue donde se construyó una fragata con la que Sitges contribuyó a la defensa de las costas.

Sobre estos núcleos amurallados, las ciudades y pueblos se fueron ampliando, pero a diferencia de como ocurre en el nuevo continente, en Europa toda la tierra ya estaba distribuida, no existían las tierras depobladas que un gobierno pudiera disponer y, particularmente en la vecindad de las poblaciones, muy fragmentada por su alto valor. De allí que las ciudades se ampliaran, y aún hoy lo hagan, ocupando el mínimo de terreno pues este es escaso y caro.

Otro factor es la disponibilidad de financiación de la construcción y de la compra mediante hipotecas. Esto hace que en lugar de que un particular compre un `terrenito´ para ir construyendo su `ranchito´ sea una empresa constructora, con el apoyo financiero de un banco la que construya conjuntos completos de edificios, incluyendo los servicios públicos necesarios (calles, iluminación, etc.) y luego sea el mismo banco el que provea las hipotecas para los compradores finales. Es así como en un par de años, lo que antes era un campo cultivado se transforma en una urbanización completa contigua a otros campos de labranza que en el futuro correrán la misma suerte.

Si nos alejamos de estos centros de población hacia los lugares más silvestres, no es raro que nos encontremos con huellas de su anterior habitación. Es habitual que en la falda de los cerros se vean líneas horizontales que los contornean. Son los restos de las paredes de piedra que marcaban las terrazas de cultivo. Estos campos, al no permitir el acceso con máquinas agrícolas, ya no se explotan más y a primera vista parecen salvajes pero con un poco de atención se detectan huellas de su antiguo uso. Si no las terrazas de cultivo, las pircas o cercos de piedra que separaban un terreno del vecino o encerraban a los animales, muros derruidos de antiguas casas o, en las partes más elevadas, la base circular de lo que fuera una torre de vigilancia.

Aún en las carreteras actuales, no las grandes autovías que atraviesan el paisaje ignorantes del terreno, sino las carreteras que vienen de antiguo y que siguen los mismos trazados que las vías romanas, no es extraño encontrarse las dichas torres o incluso fortificaciones de diversa envergadura donde el camino atraviesa algún paso de montaña. Por ejemplo, en la vieja ruta de Barcelona a Francia, que pasa por Portbou, en varios lugares hay desde fuertes medievales hasta bunkers de hormigón relativamente recientes.

Así pues, es muy difícil encontrar en todo este territorio lugares que realmente sean salvajes y que, en una u otra época de su historia no hayan sido ocupados y que no tengan recuerdos de esta ocupación.