Los barcos cargados de trigo
Hace un par de meses, cuando tomaba una cañita (una cerveza) en un bar en Barcelona, mi vecino en la barra, habiendo oído mi acento argentino comenzó a conversar conmigo sobre el afecto que los españoles tenían a los argentinos por los barcos de trigo que España recibió tras la Guerra Civil; al final incluso me convidó la cerveza.
Estos `barcos cargados de trigo´ están aún en el recuerdo de mucho españoles, asociados con el nombre de Perón. Es curioso que con el tiempo este evento no haya recibido su cuota de revisionismo, pues aparte de la indudable relación cultural, historica y, fundamentalmente afectiva con España, lo cierto es que tras esos barcos había mucha ideología. Por la misma época Italia, igualmente vinculada afectivamente a la Argentina, no recibió igual apoyo. La diferencia es que España estaba regida por Franco mientras que Italia acababa de librarse de Mussolini. Perón pasó varios años como agregado militar en la embajada en Italia antes de la segunda guerra y era gran admirador de Mussolini y siempre fue filo-fascista, de allí que apoyara a Franco y no al naciente gobierno italiano.
Otro evento que favoreció grandemente la imagen de Perón en España fue la visita de Evita. Franco, pobre hombre, rodeado como estaba de beatas, que la Carmen Polo no le sacaba el ojo de encima, quedó fascinado por la atractiva y elegantísima Evita y su visita a España era seguida paso a paso por la prensa con las mayores alabanzas.
Es curioso, pues, que la admiración por Perón no haya caído junto con la de Franco con quien estaba tan asociada.
Tampoco era Perón muy querido por la mayor parte de la colectividad española en Argentina. La creciente industrialización del país traía cada vez más gente del campo a la ciudad. Allí se encontraban con los inmigrantes españoles ya afincados, dueños de tiendas, almacenes, `lecherías´ (lugares de comida basados en lácteos y productos de granja) o italianos con verdulerías, carnicerías y otros comercios y/o industrias. Estos recién llegados a la ciudad formaban buena parte de los votantes de Perón pues los inmigrantes que ya habían logrado algún patrimonio se volcaban más a los conservadores.
Si bien algunos de los barcos de trigo a España sí fueron gratis, los que el Plan Marshal compraba para Francia y Alemania eran pagados en oro. `No se puede caminar por los pasillos del Banco Central de tanto oro´ decía Perón. Cuando Europa comenzó a necesitar cada vez menos alimentos y la conversión industrial de la Argentina, altamente subvencionada, todavía no producía nada para exportar, la economía argentina comenzó a sufrir. Los pasillos del Banco Central no tardaron en vaciarse.
Perón no dudó en señalar culpables entre los `agiotistas y especuladores´ que, según él, eran los que estaban hundiendo la economía. Para el grueso de la población, la encarnación de esos `agiotistas y especuladores´ eran los pobres gallegos almaceneros, los verduleros `tanos´ (italianos) o el pequeño empresario `moishe´ (o sea judío, por el nombre de Moisés en hebreo). A fin de cuentas, para el pobre obrero, el salario se le iba comprándole alimentos al gallego, pagándole el alquiler al tano, todo a partir del pobre sueldo que recibía del `ruso´ para el que trabajaba. Su visión de la economía se reducía a eso y no tenía por qué conocer las causas mayores que hacían que su sueldo cada vez le sirviera para menos.
Así pues, es curioso que el revisionismo no haya alcanzado esa imagen que España tiene de Perón. Una gran avenida en Madrid, partiendo del estadio Bernabeu del Real Madrid, lleva el nombre de Perón, y hay varias calles y estatuas que lo homenajean en diversos puntos de España.
Distinta fue la suerte que casi corre el General Bartolomé Mitre, quien tiene una avenida en Barcelona a su nombre. Tras la llegada de la democracia, muchas avenidas que llevaban los nombres de Franco, Primo de Rivera y muchos generales nacionalistas recuperaron sus nombres previos o fueron bautizadas de nuevo. Según cuentan, un legislador mal informado quería cambiarle el nombre a la avenida General Mitre hasta que, hechas las averiguaciones pertinentes, se supo que no era español. El nomenclador de calles de la ciudad dice, equivocadamente, que fue en honor del primer presidente de la República Argentina. Es cierto que Mitre fue el primer presidente tras la unificación de la Argentina después de la batalla de Pavón, pero esto más le valdría un reconocimiento en el libro de records de Guiness que una designación oficial.