Una decisión que el viajero debe tomar al visitar un país es contratar un tour o manejarse por cuenta propia. Mi opción es hacer ambas cosas, la primera vez, dejarse llevar. Cuando uno no conoce ni sabe a qué se puede enfrentar, especialmente si es una cultura desconocida con un idioma que pueda presentar dificultades de comunicación, es mejor ponerse en manos de expertos. Cuando la cultura es razonablemente conocida, es fácil comunicarse, existen guías de viajes de calidad y se dispone de tiempo, ir por cuenta propia es mejor, o también la segunda vez que uno visita un lugar al cual ya se ha ido y se pretende visitar al ritmo propio ciertos lugares específicos.

Egipto, en principio, parece un lugar extraño, aunque luego de un tiempo, uno va entendiendo la gente y sus costumbres y es más fácil manejarse. Se habla árabe y, aunque mucho está tanto en caracteres arábigos como en romanos, hay cosas que no y eso dificulta el poder manejarse con independencia. Aún los números son distintos, a pesar de que nosotros llamamos a los nuestros `números arábigos´, los que usan los árabes son distintos (ellos llaman `indios´ a los nuestros, pues de allí es de donde provienen ambos, los nuestros y los suyos). Eso hace que no se pueda entender un menú, no se puedan leer los nombres de las calles (en las pocas ocasiones en que hay carteles) o se pueda preguntar y/o entender la respuesta a una indicación que se haga en la calle. Ciertamente que hay muchos que hablan inglés y hay una asombrosa cantidad de gente que habla castellano, pero eso es en la zona turística que es la que visitan los tours, con lo cual uno vuelve a caer en el tour organizado.

Nunca me acostumbré a las guías de viajes. Si las lees antes de partir, no tienes idea de qué te están hablando. Si las lees después, te lamentas de los detalles que te perdiste cuando estabas allí. El óptimo sería leerlas mientras uno está en el sitio, pero es difícil aplacar el entusiasmo de encontrarse en el mismísimo lugar para ponerse metódicamente a leer la guía. Dejarse llevar por un guía es extremadamente eficiente en ese sentido. El guía te pasea por todo lo que, en promedio, interesa a todo el mundo, te va contando mientras miras (al menos yo, raramente miro al guía mientras habla sino que paseo la vista por todo lo que hay alrededor, aparte de lo que el guía señale) y luego te deja tiempo libre para que disfrutes de aquello que te interesa o para que te desplomes en paz, según el cansancio que lleves.

Pero todo depende del guía, los tienes eruditos, amenos, aburridos, de todo, como la gente. Nosotros tuvimos suerte.

Egipto es extremadamente grande y hay mucho para ver. Recorrimos el país de sur a norte, desde casi la frontera con Sudán hasta El Cairo en un tiempo que no podríamos haber logrado por cuenta propia. En definitiva, nos salió bien.