Egipto, el país del Nilo
Egipto está definido por el Nilo. Basta ver una foto satelital de cualquier punto a lo largo del Nilo y se ve, en su inmediata vecindad, un color verde intenso pero, apenas se aleja un poco del Nilo, el verde desaparece y el color dominante es el de la arena. Sus habitantes ocupan el 4% de su territorio, aquel irrigado por el Nilo. La gran mayoría de su territorio es prácticamente inhabitable.
El Nilo también dio lugar al reino cuyas ruinas aún hoy nos maravillan. Si bien se reconoce que la `civilización´ (la vida en la ciudad, del latín `civis´) se originó en Asiria, concretamente con la ciudad de Ur, una ciudad no hace una nación y ese logro le corresponde a Egipto.
Roma logró su grandeza en parte por su infraestructura. Su capacidad de administración, sus caminos, que unían todo el imperio, sus obras sanitarias, tanto provisión de agua como cloacas, que permitieron a sus ciudades crecer más allá de lo logrado hasta entonces. Egipto tenía todo esto gracias al Nilo, transporte, agua, riego, cloaca, todo en uno. Además dispone de un territorio fácilmente controlable, cientos de kilómetros de desierto en cualquier dirección apenas se aleja un poco del Nilo son más insalvables que un alto muro lleno de centinelas, tanto para invasores que quisieran entrar como para comerciantes que quisieran evitar un peaje. Todo un territorio con sólo dos puertas, una hacia el sur, a lo largo del Nilo, otra sobre la franja costera del norte, sobre el Mediterráneo, el gran abanico del delta del Nilo. Cualquier ciudad que lograra el control de un segmento del Nilo podría imponer su voluntad a una gran franja de territorio pues no habría forma de rodearla y evitar caer bajo su influencia.
El régimen de crecidas del Nilo también ayudó enormemente. Todos sabemos de las inundaciones que depositaban limo sobre las tierras y así las fertilizaban. Lo que usualmente no pensamos es qué pasaba mientras los campos estaban inundados (varios meses) y luego de la cosecha, en la época de sequía. Entre la inundación y la sequía, el campo sólo daba trabajo a la población durante menos de la mitad del año. En el resto del año, la gente no tenía nada que hacer, lo cual no es bueno para aquel que está en el poder. Había que mantener a la gente ocupada en algo, por ejemplo, construir pirámides (o cualquier otra obra pública).
Pero no se llega a ese punto sin antes haber logrado una administración eficiente. El Nilo también produjo esta administración. Cuando las aguas bajaban y los terrenos se volvían a poblar. El limo lo había cubierto todo y salvo por alguna marca que sobresaliera, ya fueran piedras o árboles (y las piedras pueden moverse) muchos de los límites quedaban borrados. Que un metro más de aquí, otro de allí, que la capa de limo es más gruesa en aquel terreno que en el mío… Seguramente había muchas disputas y cada poblado debía tener un mecanismo para resolverlas y como que esto mismo ocurría a lo largo de todo el Nilo, es natural que cualquiera que hubiera sido inicialmente este mecanismo, el más efectivo se copiara a lo largo de todo el cauce y que luego se ampliara con instancias superiores para resolver problemas entre poblaciones contiguas.
Otro problema de estos ciclos es que el cereal que se producía en una época debía almacenarse para consumirse el resto del año. Cada quien, cada familia, tribu o pueblo podría almacenar el suyo y cada unidad se las arregla como puede. Más eficiente, sin embargo, es que este almacenamiento se haga en grupos, cuanto más grandes, mejor, pues así, si parte de la cosecha se pierde, se puede recurrir a los graneros de otra región más afortunada. No es difícil de imaginar que la misma gente con autoridad para resolver una disputa territorial fuera la que organizara el almacenamiento y distribución del alimento.
Esta distribución no puede hacerse a cambio de nada. Si la gente hubiera estado inactiva durante la época de sequía y la inundación, cuando por fin bajaran las aguas, sería difícil lograr que todos retomaran el trabajo, más de uno se habría acostumbrado al ocio. Mejor es mantener a la población trabajando para ganarse su ración del cereal comunal. Obviamente, algunos, con habilidades artísticas o técnicas, tendrían trabajo todo el año. Para los demás, el grueso de la población que, tal como ocurre también ahora, no tiene calificaciones destacadas, hay que inventarles algo que puedan hacer, por ejemplo, acarrear piedras.
Estas ideas se aplican aún en nuestros días. Franklin Delano Roosevelt las aplicó positivamente en lo que se conoce como el New Deal. Comenzó un gran plan de obras públicas (las pirámides estaban pasadas de moda, así que construyó carreteras, puertos, edificios públicos y de viviendas), para así darle empleo a la gente que quedó ociosa por la gran sequía que afectó a los campos de los EE.UU. y Canadá en la década del 30 y aquellos que perdieron sus trabajos por la caída de las industrias en la gran depresión. El ejemplo contrario lo tenemos en la Argentina, donde los planes de dádivas del gobierno a aquellos sin empleo hace que sus beneficiarios se acostumbren a recibirlas sin dar nada a cambio y luego sea mucho más difícil incorporarlos al mercado laboral, si lo hubiera.
Así pues, no sólo las aguas del Nilo sino sus ciclos anuales de inundación, cosecha y sequía establecieron la civilización egipcia hace ya varios milenios. El Nilo aún define el Egipto actual. La geografía es insalvable, la franja regada y seca son una realidad concreta que no puede salvarse. El Egipto actual, sin embargo, ha eliminado los ciclos del río, gracias a la gran presa de Asuán, que mantiene un caudal uniforme a lo largo de todo el año y, además, provee una importante parte de la electricidad de Egipto (en contra de lo que se dice, nunca llegó a proveer la totalidad de la generación eléctrica del país y actualmente ronda el 10%).
Egipto esperaba que la presa de Asuán lograra lanzar a Egipto a la liga de las naciones industrializadas, proveyendo abundante electricidad y agua en cantidad necesaria (ni inundaciones ni sequía) a lo largo de todo el año, pasando de una única cosecha anual a 2 y hasta 3 por año.
La agricultura, de la cual Egipto quería irse alejando para pasar a una economía industrial, sigue siendo una parte importante de la economía pero ahora dispone, en general, de menos agua y el suelo debe nutrirse con fertilizantes artificiales. El mal mantenimiento de los canales de riego hace que la zona de riego no se haya expandido significativamente. Si bien las aguas están bastante contaminadas, afortunadamente para los agricultores es con residuos humanos, que no afectan a las plantas, pues la industrialización nunca se dió sino ya cerca de la desembocadura. Esta contaminación del agua que muchos beben, sí presenta un problema sanitario bastante grave y la población sufre en forma endémica varias enfermedades trasmitidas por el agua contaminada.
Toda la industria de la pesca ha sufrido. El río ya no tiene tantos nutrientes que den alimento a los peces río abajo de la presa. El Mediterráneo ahora es más salino en su desembocadura y este cambio ha alterado la población de peces. El delta del Nilo ahora tiene apenas 2 brazos, de 8 ó 9 que había en la antigüedad y la pesca en el lago Nasser, formado tras la presa, nunca se ha desarrollado por la lejanía a los potenciales mercados de consumo.
Por otra parte, como lo han descubierto muchos otros países con imponentes diques, el cambio al régimen de las aguas no ha resultado beneficioso. Por ejemplo, en los EE.UU. se están abriendo regularmente las compuertas de las presas que embalsan las aguas del río Colorado, aquel que formó el Gran Cañon, para restablecer la salud de su cuenca. En el caso de la presa de Asuán, todo el sedimento que antes fertilizaba las tierra de cultivo, se está apilando en el lago tras la presa, disminuyendo apreciablemente su capacidad de embalse y por tanto la posibilidad de responder a épocas de sequía. A su vez, la gran superficie del lago hace que mucha del agua se evapore sin beneficiar a nadie.
La industrialización no se ha dado por falencias en otras áreas de la infraestructura para que pudiera realmente hacerse uso de la que en su momento era una fuente de energía abundante. Nosotros lo vimos en Cairo donde había urbanizaciones inacabadas por doquier, señal de planes de viviendas públicas fallidos (al no haber hipotecas, no hay planes privados). También lo vimos en muchos de los monumentos que visitamos cuyas instalaciones no parecían tener mantenimiento. En definitiva, una administración pública acostumbrada a los grandes gestos (inauguraciones), cuantiosos contratos (y sus porcentajes) pero poco del trabajo monótono y anónimo que implica el mantenimiento y la construcción de infraestructura básica.
Una administración también que perdura en el poder hasta su muerte, tal como con los faraones, tal como con la monarquía que dicen estar tan contentos en haber destituido. Con 25 años en el poder, el actual presidente, Hosni Mubarak no parece estar dispuesto a alentar su reemplazo. La notable abundancia de personal uniformado y las amplias instalaciones militares dan idea de cómo el gobierno mantiene estable una sociedad que, dada la gran diferencia entre la clase pudiente y el grueso de la población, debería mostrar sus grietas más abiertamente. Una sociedad que comparte un mito unificador, como entonces lo era una religión y la intercesión del faraón con los dioses, y ahora es un liderazgo sobre el mundo árabe a través de la Liga Árabe, cuya influencia es casi inexistente y una victoria militar sobre Israel que nunca fué, aunque hay que reconocer que fue una victoria diplomática de Anwar Sadat que le costó la vida. El canal de Suez había permanecido cerrado durante 6 años, privando al comercio mundial de esta vía y a Egipto de su peaje. Israel logró una frontera que se mantiene en paz hasta hoy día y Egipto recuperar el Sinaí, cobrar el paso por el canal y crear el mito de la victoria que nunca fue (la ciudad `6 de Octubre´, donde estaba el hotel lleva ese nombre pues es el día de la victoria). De hecho, el resto de los miembros de la Liga Arabe reniegan de Egipto por esta `traición´, que bien saben que de victoria poco tuvo pero que ha dado más de 30 años de paz.
Gamal Abdel Nasser construyó una gran presa en Asuán, unos faraones construyeron unas grandes pirámides en Giza. Las cosas no han cambiado mucho, el Nilo sigue definiendo a Egipto.