Aún somos cavernarios
La sociedad del hombre de las cavernas era del tipo `cazadora y recolectora´ a diferencia de las sociedades posteriores, que dieron lugar a la vida en la ciudad y de allí a la civilización, en las que criaban ganado y cultivaban la tierra. Primitivo como el instinto puede ser, las mujeres aún siguen recolectando y los hombres cazando, o al menos, así lo demuestra la distinta actitud que tienen unos y otro al hacer las compras.
La recolección implica recorrer pacientemente la vecindad atenta a lo que se ofrece. Distintas plantas maduran en distintas épocas y no es previsible qué es lo que se puede encontrar. Salvo la obvia estacionalidad de las diversas especies, que una planta haya madurado y la contigua no, es normal.
La caza, por el contrario, requiere planificación, no es posible caminar entre una manada de animales esperando que alguno caiga a tus pies, es necesario estudiar la manada y sus miembros, determinar cuál puede ser el más fácil de cazar y, finalmente, cómo hacerlo.
Esto se refleja actualmente en las actitudes de hombres y mujeres en cómo compran. Las mujeres recorren incansablemente tiendas y pasillos de supermercados viendo qué se ofrece. Los hombres van a por aquello que ya han decidido, leyendo revistas especializadas, consultando sitios de web, etc. La mujer aprovecha la oportunidad, la oferta de hoy puede no estar mañana, tal como la fruta de hoy ayer estaba verde y mañana podrida.
La subsistencia de estos rasgos tan primitivos en la actualidad, cuando que las personas de uno y otro sexo pueden comprar indistintamente cualquier cosa y usar cualquier táctica para hacerlo, demuestra que la división de tareas en aquellas sociedades ha quedado grabada en nuestros genes y no es una cuestión puramente cultural pues, habiendo cambiado nuestra sociedad tanto a lo largo de las decenas de miles de años que nos separan de aquellos cavernícolas, la diferente actitud ante la adquisición de recursos sigue vigente.