Estadísticas
Ya lo decía Mark Twain, están las mentiras, las malditas
mentiras y las estadísticas. Mucho depende de la forma de
plantear la pregunta, si alguien decía que las mujeres son más
proclives a casarse que los hombres hasta no hace mucho podía
afirmarse como refutación que las estadísticas demostraban que
el 50% de los matrimonios estaba formado por hombres, o aquella
otra que asegura que la causa más frecuente de mortandad, de
hecho el 100%, es el haber nacido.
Los publicistas saben que las estadísticas y los números por un
lado superan y por otro fascinan al público. Decir “5 de cada 10
doctores recomiendan” es numéricamente equivalente a “la mitad
de los doctores recomiendan”, pero no produce el mismo efecto.
Pocos hacen la cuenta para darse cuenta que “5 de cada 10” es la
mitad y, al mismo tiempo, “la mitad” puede entenderse como algo
más o menos entre el 40% y el 60%, cosa que el “5 de cada 10”
intuitivamente excluye.
Hay porcentajes que suenan más serios que otros. Si una
publicidad anuncia “un 20%”, el margen es mayor que si dice “un
22%”. Aunque un cero a la derecha tiene tanto peso como un dos,
al decir “un 20%” uno puede suponer que la cosa anda entre el
18% y el 22% mientras que si uno dice “un 22%” seguro que no es
ni 21% ni 23%, el margen de aproximación se reduce, la cifra
parece más certera, el anuncio aparenta estar basado en datos
más sólidos.
La selección de la muestra es importante, por ejemplo, se puede
afirmar, como lo hiciera una guía de turismo que escuché con mis
orejas, que la Plaza de España de Sevilla es la plaza de España
más grande del mundo. Si yo fuera alcalde, llamaría algún parche
verde que encontrara, alguna rotonda o algo así, Plaza de
Cucamonga, en honor a aquel mítico lugar que Los Tres Chiflados
mencionaban con frecuencia, y seguramente sería la Plaza de
Cucamonga más grande de las plazas de Cucamonga del mundo.
Un problema real que enfrentan los estadísticos es cómo obtener
información con la mayor fiabilidad y al menor costo posible. En
esto, se han mostrado muy ingeniosos. Por ejemplo, un buen
indicador de la cantidad de viviendas de obra nueva que se
construye es la cantidad de bañeras que se venden. En lugar de
andar recopilando cifras sobre permisos de construcción en
cientos de ayuntamientos, consultar las cifras de ventas de
bañeras es mucho más fácil pues suele haber pocos fabricantes y
menos importadores y cada vivienda nueva suele llevar una y sólo
una bañera pues los segundos baños no suelen tener bañera, los
locales comerciales ninguna y en las remodelaciones usualmente
no se cambia la bañera.
Para respaldar estas estadísticas por proximidad, es necesario
hacer la transición del conteo efectivo de vivienda de obra
nueva al conteo de bañeras, manteniendo ambos conteos durante un
periodo de tiempo y verificando que realmente se corresponde uno
con otro y, periódicamente, confirmar esta correlación mediante
un nuevo conteo de obra nueva.
Otra forma ingeniosa de estadística por proximidad es el estudio
de la alfarería en sitios arqueológicos para analizar el volumen
del comercio internacional. Dado que cada región tiene un estilo
de alfarería bastante bien definido, aún para las vasijas y
cuencos de valor artístico nulo, es fácil en una excavación
determinar el origen de los recipientes que se encuentran y así
determinar de donde y en que cantidad se han importado los
productos que estos recipientes contenían. No sólo son más
fiables que los registros oficiales, dado que el contrabando no
figura en ellos, sino que en muchos casos tales registros nunca
existieron o se han perdido mientras que la vasija,
contrabandeada o no, aún rota, sigue existiendo.
Más recientemente alguien ha estudiado los registros de llamadas
telefónicas de larga distancia dentro de Gran Bretaña, tabulando
el porcentaje de las llamadas dentro y entre Escocia, Inglaterra
y Gales. Mientras que el volumen de llamadas dentro de Escocia
superaba significativamente a las llamadas entre Escocia e
Inglaterra, las llamadas entre Gales e Inglaterra estaban
bastante parejas, incluso, algunas regiones de Gales se
comunicaban más con teléfonos de Inglaterra que con las
principales ciudades de Gales. Esto, de alguna manera, señala el
grado de independencia real de Escocia dentro de Gran Bretaña en
contraste con la dependencia de muchas zonas de Gales de sus
vecinos ingleses.