El valor de una vida
Aparte de cualquier apreciación filosófica que pueda hacerse, todos los gobiernos, a todos los niveles, se enfrentan a esta cuestión: ¿cuánto vale una vida?
Probablemente nunca se hagan las cuentas, pues los políticos responden más a la percepción de sus votantes que a los hechos concretos pero si, digamos, iluminar y señalizar una intersección peligrosa cuesta X Euros y salvaría Y vidas, el coste de cada vida es X/Y Euros por vida. Quizás sea una mejor inversión comprar y equipar una ambulancia más, que costaría W Euros y salvaría Z vidas, incluso la de algún accidentado en esa misma intersección, pero el efecto de esa ambulancia extra podría no tener el mismo peso en la opinión pública que la intersección del primer ejemplo, que puede que haya salido en las noticias locales por algún accidente sonado. Dejando de lado cuestiones subjetivas, el caso es que aún un ayuntamiento, cuando toma una decisión de este tipo, le está poniendo un valor concreto a una vida.
Desafortunadamente, la mayoría de las cuentas no son tan fáciles de hacer. A nivel mundial, la malaria es una enfermedad que provoca mucho más daño que lo que la cifra de muertos indica. El enfermo de malaria puede vivir décadas con su enfermedad pero con sus fuerzas disminuidas lo cual se traduce en una menor capacidad para trabajar y sustentarse y contribuir a la economía local. Cuando esto se produce en amplias regiones, llegamos a tener países enteros que no pueden salir de la pobreza.
Cuantificarlo, sin embargo, no es tan simple. Quizás podríamos estimar que la persona enferma ve su vida acortada una cierta cantidad de años y que la vida que le toca no la puede vivir plenamente al 100%. Podría quizás decirse que 10 personas que viven al 90% de su potencial es equivalente a 9 personas plenas y 1 muerto o que 5 años de vida perdida por muerte temprana en una sociedad donde la expectativa de vida alcanza los 60 años equivale a perder una vida completa de cada 13 (13 personas de 60 años suman tantos años de vida como 12 personas de 65 y una vida completa perdida).
Otra forma complementaria de ver el problema es calcular cuánto rinde una vida. Si un país o región tiene un determinado producto bruto y una cierta población, el producto bruto per cápita es, entonces, una medida de la rentabilidad de esa `cápita´ y por ende, su valor. Cuando una vida cuesta tanto como produce, las cosas están equilibradas, el problema se da cuando no toda la capacidad de producción está igualmente distribuida. De allí que los petro-dictadores puedan permitirse reprimir a sus ciudadanos: la renta del país depende de sus recursos naturales, no del trabajo de su gente por lo que ésta termina sobrando.