En la época de los zares es indudable que redistribuir la riqueza de las clases altas entre los pobres tenía sentido desde el punto de vista económico, sin contar siquiera con la reparación de un sistema social que mantenía en cruel servidumbre al grueso de la población. Seguir proclamando esta como solución a los problemas actuales ya no tiene sentido.

El ciudadano medio ya no es el pobre siervo de aquel entonces. Aquel estaba más que contento de ocupar la más miserable de las habitaciones de un palacio, compartiéndola con toda su familia y poder disfrutar de al menos una comida, con suerte caliente, al día. Las expectativas del ciudadano medio actual están muy por encima de eso y son, por ello, económicamente más difíciles de afrontar. La mentada habitación de un palacio que tanto significaba para un siervo que vivía en una chabola miserable no tiene el mismo valor para quien vive en su propia vivienda de varias habitaciones.

Por otra parte, la naturaleza de la riqueza ha variado, muy poca de ella se encuentra realmente disponible. La riqueza personal que se le atribuye a los más ricos es, en la mayor parte, el valor de las inversiones que tiene en otras empresas cuyo valor depende de poder seguir operando (dando empleo y creando riqueza) en las condiciones de mercado actuales. Si se cambiara el sistema económico, su valor se evaporaría de inmediato.

Para entenderlo, volvamos al ejemplo de la habitación del palacio o, para ser más concretos, las mansiones que adornan el Paseo Marítimo aquí en Sitges. Algunas de ellas superan los 10 millones de Euros, varias posiblemente duplican esta cifra. Diez millones podrían comprar 40 apartamentos de 250 mil euros. Pero esto depende de que haya un mercado en el que poder vender esa propiedad en 10 millones pues, si todas las mansiones se estatizan o se desamortizan, no habría ningún comprador dispuesto a desembolsar esos 10 millones con lo cual el precio de la propiedad se desploma al desaparecer el mercado. La gran mansión, reducida a lo que representa en superficie habitable, nos da no más que 3 ó 4 apartamentos y, encima, mal distribuidos al no tener, por ejemplo, más que una única cocina.